Hincarse, un honor del Football (Por Rodrigo Quintanar González)

Por: Rodrigo Quintanar González

www.reddeep.blog

@reddeep.football

Diciembre 14, 2021 

Recuerdo aquella vez en la que mientras veíamos los últimos segundos de un juego, alguien me preguntó: 

“¿Para que corren la última jugada si solo se van a hincar?”, refiriéndose a la Victory Formation que utilizan los equipos para dejar correr el tiempo y ganar. 

Inadvertidamente, responderla fue más complicado de lo esperado. 

Si bien para los que hemos seguido este deporte el hincarse al final de los juegos es rutinario, técnicamente es una pregunta válida y un acto menos común de lo que creemos. 

En el béisbol no se juega la última entrada si el ganador está definido, en el tenis los sets 4 y 5 y en el soccer los penalties restantes. Pero en el football no importa el marcador ni la situación, el ganador no lo es hasta que cada segundo del juego se agota. 

Racionalmente, la pregunta seguía ahí, ¿para qué? 

“¿Cómo es posible que no sea capaz de explicar lo que parece algo elemental del deporte que amo?”, me flagelaba. 

Hasta que, como siempre lo hace, el football habló por sí solo:

1 de diciembre de 2021

Brian Kelly dejará al programa de Notre Dame para convertirse en el nuevo Head Coach en LSU. Su nuevo contrato, que le pagará $95M USD en salario, podrá aumentar a $100M si logra ciertos bonos durante los siguientes 10 años. 

Una extraña sensación inundó mi cuerpo. 

No estudié en Notre Dame ni, aunque años atrás la película Rudy me levantó el interés por seguir al equipo, puedo estrictamente considerarme amante y seguidor del programa. Entonces, ¿porqué sentía molestia y disgusto al enterarme de esto? 

La noticia por naturaleza es difícil de creer. Existe la “celebración” de un nuevo contrato cuando el anterior se acaba de romper. Kelly aún tenía dos años pendientes con Notre Dame. 

¿Qué sentido hace esto? ¿Por qué seguimos creyendo que este tipo de documentos tienen valor?

Luego, aunque inexplicablemente tendemos a ignorarla, la hipocresía en la persona era inminente.

Siete días antes, Kelly había públicamente asegurado que no tenía ninguna intención de dejar al programa del cual se había convertido en el Head Coach más exitoso (113-40).

En conferencia de prensa, bromeó: “Al menos que llegue una Ada Madrina con un cheque de $250M no me iré a ningún programa…y aun con ese cheque primero lo tendría que supervisar mi esposa…” 

Días después, la esposa fue abruptamente ignorada pues la decisión de Kelly llegó mientras les hablaba a los padres de su último jugador reclutado para Notre Dame sobre valores como honor, fidelidad y honestidad. 

Por otro lado, la Ada Madrina se quedó $150M cortos. 

En fin, aun con el entendimiento de lo ilógico e hipócrita de lo sucedido, no lograba comprender completamente el origen de la ligera pero constante náusea en mi cuerpo. 

Fue hasta que, en una cotidiana revisión de los rankings del football colegial y del calendario, todo se aclaró. 

Notre Dame, en la sexta posición, prácticamente solo necesitaba de derrotas de dos equipos (Oklahoma State, Cincinnati) para clasificar a los playoffs. Técnicamente, la temporada de este programa aún no terminaba y, sorprendentemente, Kelly era uno de los más creyentes.

Por eso mi estómago vivía revuelto. 

Aunque carecí de talento para jugar este deporte al máximo nivel, fui partícipe leal durante catorce años. En ellos, mediante el movimiento unísono de un balón, aprendí los aspectos más importantes de la vida. 

Aprendí que nada se logra sin la ayuda de muchos, que el éxito en ninguna de sus presentaciones contiene atajos y que en la vida solo existe una jugada a la vez. 

Pero aún más importante y referente a lo acontecido, aprendí el inmenso valor de terminar. 

En el siempre terminar, encontramos el verdadero límite de nuestras capacidades. Las jugadas, aunque en promedio duran cuatro segundos, generan sorprendentes resultados cuando los superan. 

El terminar no es un acto de coraje y valentía sino de comprensión de lo conformista que puede ser nuestra mente. Cuando a un jugador le es exigido correr todo el campo, es en la yarda noventa y nueve en donde aprende que el cansancio es un pensamiento. 

Terminar, enseñado por el football, no es un acto sino un hábito. 

La sensación incómoda en la decisión de Brian Kelly no reside en el dinero que prefirió ni en el supuesto abandono de los colores que lo proyectaron como figura nacional. Reside en la violación de uno de los valores mas importantes que este hermoso deporte ha emanado desde su creación. 
Finalmente entendí, la rara sensación nos es más que la triste realización que uno de sus “líderes” olvidó hincarse en honor de lo que el football le enseñó.

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